El término “crisis de la mitad de la vida” o de la mediana edad fue acuñado en 1965 por el psicoanalista canadiense Elliot Jacques para describir los desafíos durante el período normal de transición y autorreflexión que experimentan muchos adultos entre los 40 y los 60 años.
Ahora, investigadores británicos, estadounidenses y singapurenses analizaron datos relacionados con la salud mental en todos los grupos de edad y concluyeron que tal crisis es real y que el estrés laboral alcanza su punto máximo aproximadamente a los 45, edad en que las personas suelen sentirse “abrumadas en su lugar de trabajo”.
Los autores del trabajo vieron que las tasas de insomnio, dolores de cabeza, ansiedad y depresión aumentaron cuando las personas alcanzaron el tan temido “hito” de la mediana edad.
“Algo elemental parece andar mal en medio de la vida de muchos de nuestros ciudadanos”, coincidieron los investigadores, quienes consideraron al fenómeno una “paradoja inquietante”, en el sentido de que estos sentimientos ocurren justo cuando se supone que las personas deberían ser más felices, con salarios máximos y gozar de buena salud.
Sin embargo, creen que lo que sucede podría atribuirse en parte a que las personas sienten que no lograron alcanzar los que eran sus objetivos clave de la vida.
Estudios previos a la pandemia indican que una de cada seis personas en actividad laboral sufre de algún problema en la salud mental y una de cada cinco, si se tiene en cuenta las adicciones. “Este número ha aumentado con el COVID-19. Más allá de su frecuencia, los problemas en la salud mental suelen ser subestimados por las personas y las organizaciones que muchas veces desestiman el impacto que estos problemas pueden tener en la productividad de sus colaboradores y de sus negocios”, explicó a Infobae la doctora en Psicología María Roca (MN 33819), directora de Ineco Organizaciones.
Asimismo, si bien la paternidad se retrasó en los últimos años, y bien sabido es que la llegada de los hijos suele acarrear una crisis personal, de pareja y por qué no laboral, los autores del trabajo rechazaron la idea de que los niños tengan algo que ver en este sentimiento de los adultos, ya que los datos mostraban que tanto los padres como los adultos sin hijos de entre 40 y 50 años experimentan una depresión similar en la mediana edad.
Para el presente estudio, que fue publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica de los EEUU, los científicos recopilaron durante varias décadas datos de registros sobre salud y bienestar de 500.000 personas en países como Reino Unido, Estados Unidos y Australia.
El documento que publica las conclusiones del trabajo muestra que “hay patrones aproximadamente cuadráticos en forma de colina en los datos sobre el suicidio en la mediana edad, los problemas para dormir, la dependencia del alcohol, las dificultades de concentración, los problemas de memoria, la tensión laboral intensa, los dolores de cabeza incapacitantes, los sentimientos suicidas y la depresión extrema”, resaltaron los autores, al tiempo que aclararon que las personas de entre 40 y 50 años tenían el doble de probabilidades de reportar presiones de salud mental, infelicidad, o de experimentar depresión que las personas mayores de 60 y menores de 25 años.
Esto fue a pesar del hecho de que estas personas estadísticamente -según consideraron los investigadores- deberían estar disfrutando de los ingresos más altos de sus vidas, combinado esto con la falta de problemas de salud por el envejecimiento.
“Creemos que los responsables políticos del mundo próspero no han comprendido la gravedad de este problema social”, enfatizaron los autores del trabajo.
En cifras, Osea Giuntella, de la Universidad de Pittsburgh, Sally McManus, de la Universidad de Londres, Redzo Mujcic, de la Escuela de negocios de Warwick, Andrew J. Oswald, de la Universidad de Warwick, Nattavudh Powdthavee, de la Universidad Tecnológica de Nanyang, y Ahmed Tohamy, de la Universidad de Oxford encontraron que el riesgo de suicidio alcanzó su punto máximo aproximadamente a principios de los años 50. Los autores señalaron que esto fue un poco más temprano para las mujeres que para los hombres.
Asimismo, hallaron que las admisiones hospitalarias por trastornos del sueño alcanzan su punto máximo en los años 50 y las personas de mediana edad informaron la menor cantidad de horas de sueño por noche, incluso para aquellos sin hijos.
Otro estudio realizado entre 18.000 adultos dio cuenta de que los dolores de cabeza incapacitantes, un indicador de depresión y ansiedad, también alcanzan su punto máximo en la mediana edad.
Es que, según destacó Roca, “algunos estudios indican que una vez cubiertas las necesidades económicas básicas, los ingresos económicos de una persona no parecen correlacionarse demasiado con la percepción del propio bienestar y otros factores comienzan a entrar en juego”.
“El bienestar se cultiva y se construye. El mismo afecta no sólo la calidad de vida de los trabajadores sino su rendimiento y su productividad -ahondó la especialista-. Aquellas personas que pongan el foco en potenciar su bienestar estarán más preparadas para enfrentar un futuro cada vez más cambiante e incierto y salir fortalecidas de cada desafío y situación que se les presente”.
Y si bien los autores del trabajo consideraron que “todavía queda mucho por entender” sobre el fenómeno psicológico como para decir qué causa o desencadena la crisis de la mediana edad, algunas investigaciones anteriores habían indicado que los chimpancés y los orangutanes sufren una forma de “baja psicológica de la mediana edad”, lo que podría indicar que existe algún desencadenante biológico para tal crisis en los primates.
Así las cosas, otros estudios ofrecen alguna esperanza de que, como suele decirse, todo pasa. Un trabajo realizado en 2020 descubrió que, después de caer en la mediana edad, la felicidad vuelve a subir a medida que las personas envejecen, al punto que los adultos mayores de 70 años son tan felices como alguien de 20 años.