Ciertos sectores extremistas del bolsonarismo podrían pretender emular el asalto al Capitolio por parte de seguidores de Donald Trump en Estados Unidos e invadir el Supremo Tribunal Federal, en la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, como forma de rechazo a una posible derrota de Jair Bolsonaro el domingo, pero el interrogante es si las Fuerzas Armadas y los más de 6.000 militares en el Gobierno respaldarían una acción de ese tipo.
En ese marco aparece también el fantasma de la población civil armada en los últimos tres años y medio gracias a la flexibilización de las normas para la compra y posesión de armamento impulsada por el Presidente y sobre todo por su hijo diputado, Eduardo Bolsonaro, que convocó a los usuarios de clubes de tiro a defender al jefe de Estado como “voluntarios” en la campaña.
Las amenazas de Bolsonaro sobre el sistema electoral y la seguridad de las urnas electrónicas, rechazadas por el Tribunal Superior Electoral y la totalidad de los partidos políticos, podrían hacerse efectivas -o no- el domingo a partir de las 17, cuando se inicie el escrutinio de la elección más polarizada y violenta de la democracia brasileña, que recuperó el voto en 1989 tras 21 años de dictadura.
Excapitán del Ejército que negoció su expulsión por indisciplina, Bolsonaro declaró la semana pasada que “algo raro habrá” si en primera vuelta no vence a Luiz Inácio Lula da Silva, el favorito en los sondeos, con el 60% de los votos.
En la tensión por un posible “efecto Capitolio” (Bolsonaro es aliado de Trump al punto de demorar más de un mes en reconocer la victoria de Joe Biden) se cruzan también los intereses de los militares del Gobierno y las tres Fuerzas Armadas como entidades institucionales.
“El riesgo de que los militares no reconozcan la elección para mi es cero. Bolsonaro está repitiendo la receta de Trump. Bolsonaro viene avisando que lo hará, pero esta decisión encontrará, en mi visión, resistencia en el alto comando de las Fuerzas Armadas”, manifestó a Télam el experto Gunther Rudzit, asesor del Ministerio de Defensa y profesor de Relaciones Internacionales especializado en Seguridad Nacional de la universidad ESPM, de San Pablo.
Para el analista, es necesario entender el verdadero peso de los generales retirados que se transformaron en políticos, como el candidato a vice de Bolsonaro, Walter Braga Netto, exjefe de gabinete, y Augusto Heleno, ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, a cargo de los servicios de espionaje de la Agencia Brasileña de Inteligencia (Abin).
En 2019, cuando inició el mandato de Bolsonaro, había mucha proximidad entre la cúpula del Ejército y el Gobierno nacional, pero ahora entre ellos hay un “foso”, dijo Rudzit en la entrevista con Télam.
Uno de los puntos clave fue la pandemia: en 2021 Bolsonaro cambió sin dar explicaciones a los jefes del Ejército, Armada y Fuerza Aérea en un movimiento inédito en un Gobierno con dos años de gestión. “Entre los militares eso fue algo grave”, subrayó el profesor.
Ha quedado como parte del anecdotario de la pandemia el momento en el que en 2020 el entonces jefe del Ejército, general Edson Pujol, le negó el saludo al mandatario y le ofreció el codo, como forma de prevención contra la transmisión de la Covid-19.
Bolsonaro ha puesto más militares en el Poder Ejecutivo, entes y empresas estatales, con sueldos duplicados, que el último gobierno de la dictadura militar (1964-1985) del general Joao Baptista Figueiredo.
Por otra parte, el poder de Bolsonaro y su acceso al Gobierno en 2018 es fruto de varios avances inéditos en democracia del Ejército. Aquel año, el jefe del Ejército Eduardo Villas Boas amenazó por Twitter a la corte en caso de soltar por un habeas corpus a Lula, que estaba en prisión. Más tarde, ya como presidente, Bolsonaro lo nombró asesor especial y, en un acto público en el Palacio del Planalto, le dijo: “Hay secretos que sólo sabemos nosotros dos”.
Para Rudzit, quienes tienen la visión golpista de Guerra Fría pertenecen a la misma generación de Bolsonaro y Braga Netto, y es a partir de ellos que el Gobierno empezó a celebrar y a no llamar golpe al 31 de marzo de 1964, al que calificó simplemente de una acción para evitar el ingreso del comunismo.
Las nuevas generaciones, según el especialista, no están empapadas de ese discurso.
“No debemos olvidar la presión europea y la estadounidense para el reconocimiento del resultado electoral. Buena parte de nuestro equipamiento militar es estadounidense y europeo y una crisis institucional detendría el funcionamiento de las tres fuerzas armadas. Por increíble que parezca, quien defiende que no haya golpe hoy en Brasil es Estados Unidos, al contrario de 1964, cuando la élite económica prácticamente pidió el golpe”, analizó el profesor.
“Nuestra preocupación mayor es el descontrol de las armas y municiones en poder de civiles. Las fuerzas armadas creo que se someterán a la Constitución. La preocupación es lo que no tiene control, los clubes de tiro, las armas en poder de civiles alentadas por el Gobierno”Gunther Rudzit, asesor del Ministerio de Defensa
En el entorno de Lula no creen que los jefes militares se sumen a una reacción como la de Trump.
Así lo dijo a Télam el senador Randolfe Rodrigues, uno de los coordinadores de la campaña del líder del Partido de los Trabajadores (PT).
“Nuestra preocupación mayor es el descontrol de las armas y municiones en poder de civiles. Las fuerzas armadas creo que se someterán a la Constitución. Las policías militares de los estados pueden tener algún tipo de insatisfacción, pero no creo en motines o sublevación. La preocupación es lo que no tiene control, los clubes de tiro, las armas en poder de civiles alentadas por el Gobierno”, analizó.
Urnas electrónicas
La sospecha sobre las urnas electrónicas comenzó a ser una bandera de los bolsonaristas y del propio presidente, investigado por el Supremo Tribunal Federal por lanzar fake news (noticias falsas) sobre el sistema electoral en sus transmisiones por Facebook, que fueron retiradas del aire a causa de ello.
Las urnas electrónicas funcionan desde las elecciones municipales de 1996 y nunca recibieron sospechas o denuncias de fraude, sobre todo porque no están vinculadas a internet y están sometidas a pruebas de agresiones informáticas constantes, comentó por su parte a Télam la politóloga Tathiana Chicarino, profesora de la universidad Fundación Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo (Fespsp).
Para ella, el sistema de urna electrónica es esencial para Brasil porque logró ampliar la accesibilidad del voto en un país continental, sobre todo cuando se tenía una alta tasa de analfabetismo funcional entre los electores.
“Desde 2018 Bolsonaro viene cuestionando el sistema de la seguridad de las urnas electrónicas sin pruebas. Es un sistema fácil, se aprieta el número del candidato, se aprieta otro botón confirmando la opción, con la foto del candidato, el nombre y el partido”, contó.
La justicia electoral, agregó, realiza encuentros con hackers y especialistas en las que se hacen pruebas para intentar invadir el sistema informático alimentado por las urnas electrónicas.
Para la profesora Chicarino, Bolsonaro y sus seguidores en las redes y en la deep web usan el clima de la invasión al Capitolio para mantener lo que llama “construcción de climas”.
“Existe, claro, la posibilidad de un movimiento como el Capitolio, porque se espera cualquier cosa dentro de los que conforman el bolsonarismo”, subrayó.