Es curioso, pero Giuseppe Garibaldi, la figura italiana más popular y legendaria del siglo XIX, fue el “Héroe de Dos Mundos” gracias a los argentinos de una goleta que lo socorrieron en el río Uruguay en el lanchón a la deriva donde agonizaba, con un proyectil portugués en la garganta. Y otro argentino, un cirujano entrerriano, le extrajo la bala en Gualeguay, que estaba a pocos milímetros de la carótida cuando casi no había esperanzas de salvarlo.Por entonces, Garibaldi no era todavía el gran Garibaldi sino un guerrillero, que había huido de Italia. El almirante Guillermo Brown, su enemigo en batalla, lo elogió: “Es el más generoso de los piratas que haya nunca encontrado.”Se cumplen doscientos años del nacimiento en Niza, hoy ciudad francesa pero entonces parte del reino piamontés, de una de las figuras históricas más fascinantes de todos los tiempos. Fue el 4 de julio de 1807 y el aventurero italiano debió huir de su país en 1835 tras ser condenado a muerte por el rey de Saboya por su participación en un levantamiento progresista en Génova.En honor de Garibaldi, hay que decir que siempre defendió las causas en las que creía. Democrático, masón, socialista, republicano primero pero leal subordinado del rey Vittorio Emmanuele II más tarde, en la tarea de crear la Italia unida Garibaldi tuvo muchísimos partidarios y admiradores. En Londres, años después de su aventura en Brasil, Uruguay y Argentina, fue recibido por una entusiasta multitud de medio millón de ingleses. La reina Victoria sólo dijo en privado que no veía la hora de que volviera a su país este personaje del que tanto desconfiaba. Garibaldi también tenía detractores, sobre todo católicos, con Pío IX que luchaba contra el nacimiento del reino de Italia para defender su condición de Papa-rey, con poder terrenal en el centro de la Península.En 1870, las tropas piamontesas del rey Vittorio pusieron fin a ese dominio impropio que había durado tantos siglos. Pablo VI, Giovanni Montini, dijo en las épocas del Concilio Vaticano II que aquel hecho histórico había sido “providencial” para la Iglesia. Fue una forma de rendir homenaje a Garibaldi.Garibaldi es la figura más admirable, más pura, más combativa del “Risorgimento” italiano, que terminó de nacer en 1831 y que culminó con la creación de un Estado nacional en la vieja nación de la península, uno de los puntos de referencia fundadores de la civilización occidental.Giuseppe era aún un chico cuando lo que después fue Italia era un amasijo de ocho Estados reconocidos por el Tratado de Viena, que se repartió entre las monarquías los despojos de la era napoleónica, liquidada por el general inglés lord Wellington en la batalla de Waterloo.A principios de 1836 comenzó la aventura sudamericana de Garibaldi, que llegó a Río de Janeiro a encontrar a viejos compañeros también huidos de las guerras en la Península.Nuestro héroe participó de la rebelión de la provincia de Río Grande del Sur. En una de las continuas guerrillas de las que tomó parte, siempre como natural jefe militar porque la gente lo seguía, fascinada, Garibaldi puso proa a Maldonado, en Uruguay, pero después debió invertir la ruta hacia el norte y se produjo el choque con un barco portugués y el balazo que por poco le costó la vida.En Gualeguay el futuro “Héroe de los dos mundos” fue curado y liberado, pero después terminó preso y torturado. Los notables de la ciudad impidieron que lo mataran. Fue en los meses que pasó en Entre Ríos que Garibaldi se convirtió en un buen gaucho: aprendió a andar a caballo, a lanzar las boleadoras y a tirar lanzazos.En esas andadas conoció a la brasileña Anita, el amor de su vida, mujer de un humilde zapatero. Juntos se fueron a vivir a Montevideo, donde se casaron. Tuvieron tres hijos. Anita siempre estuvo a su lado, en el amor y las batallas. Murió en un pantano cuando Garibaldi había vuelto a Italia y escapaba con ella durante otra aventura bélica. En Roma hay una bella estatua que la recuerda a caballo y con gesto de combate.Garibaldi participó del lado de los colorados de Rivera en la guerra contra el general blanco Oribe y el jefe de los federales argentinos, el gobernador Juan Manuel de Rosas. Fueron batallas épicas, en las que Garibaldi era durante el sitio de Montevideo el almirante a bordo de lanchones y el general que comandó a la legión italiana. Como debía vestirla y no tenía dinero, Giuseppe buscó y encontró una tienda que por la guerra no podía exportar las camisas color punzó que se vendían en los mataderos argentinos. Así nacieron las legenda rias camisas rojas de los garibaldinos, que se multiplicaron por millones en la Europa del siglo XIX. Las vestían todos aquellos que luchaban por la liberación de su pueblo, en España, Alemania o Eslovenia.Las noticias de las hazañas, a veces muy infladas, de Garibaldi en Sudamérica, llegaron a Italia y le conquistaron una gran fama. Doce años después de haber llegado, Garibaldi se marchó de Montevideo con un grupo de partidarios en la goleta “Speranza” rumbo a su patria que estaba empeñado en hacer nacer. Era ya una figura internacional.El mito y la leyenda se expandieron por Europa como una mancha de aceite, mientras Garibaldi participada en las guerras y guerrillas. Fue el líder de la expedición de “Los Mil”, que desde el norte de Italia partió en nave y desembarcó en Sicilia, derrotando a las fuerzas del reino de los Borbones y dando un paso muy importante para la unificación italiana.Cuando estalló la guerra civil norteamericana, el presidente Abraham Lincoln le pidió a Garibaldi que fuera el jefe de una de las divisiones nordistas. Pero Giuseppe no aceptó, empeñado como estaba en la liberación de su propio país.La historiadora británica Lucy Riall sostiene que Garibaldi cambió la historia de Italia pero también el mapa de Europa y confirma el parangón frecuente de la figura del hombre de Niza con el argentino Ernesto Che Guevara. La importancia histórica de Garibaldi fue distinta y superior a la del Che, que lo admiraba mucho, “pero ambos eran líderes guerrilleros, bellos, fascinantes, revolucionarios y con un gran reclamo internacional”, explica Riall.Otros historiadores destacan que el héroe que se refugió en la isla de Caprera, donde murió en 1882 en medio de una gran congoja nacional, condujo tres guerras de la independencia en Italia, incluso contra grandes enemigos como Austria y Francia. Su tozuda actividad mantuvo viva la cuestión nacional, que gran parte de Europa quería sepultar.Lucy Riall afirma que “para los europeos que seguían sus empresas en los diarios representó todo lo que aparecía justo, heroico y poético en la lucha por la independencia de Italia, ayudando a movilizar a la opinión pública internacional en ese sentido”.La grandeza de Giuseppe Garibaldi fue su integridad. Se jugó la vida continuamente por defender las causas por las que luchaba armas en mano. Y mantuvo en alto las banderas de la democracia, el progreso y la felicidad de los humildes. Dos siglos después de haber nacido, sigue siendo el emblema humano de lo mejor de los italianos.