San Cayetano es, sin dudas, el santo más argentino. Pero su vida es desconocida para la mayor parte de los fieles que cada 7 de agosto acuden a su templo en el barrio porteño de Liniers -y en muchos a lo largo y ancho del país- para pedir por pan y trabajo. Es curioso: en casi todo el mundo, el santo patrono del trabajo es San José Obrero, y acá nomás, en Uruguay, es San Pancracio al igual que en España. Cayetano nació lejos de esta tierra, hace 543 años. Los autores no se ponen de acuerdo sobre su tierra natal. Algunos la ubican en Vicenza, una ciudad del señorío de Venecia. Otros, en Gaeta. Y es que su nombre, Cayetano significa “oriundo de Caieta”, como se denominaba a la ciudad en la época de los romanos. De familia noble y cristiana, estudió en la Universidad de Padua, donde se doctoró en derecho y teología. Hacia 1507 viajó a Roma, y allí vivió una de las mejores etapas de su vida. Fue parte de la corte del papa Julio II, en la que ejerció el oficio de escritor de “Letras Apostólicas”, que lo convirtió en protonotario apostólico. A través de sus buenas gestiones, la Santa Sede se reconcilió con la Serenísima República de Venecia. Seis años después dejó la vida cortesana y fundó el “Oratorio del Amor Divino”, una sociedad de sacerdotes y prelados. A la edad de 35 años, en 1515, fue ordenado sacerdote. En 1522 regresó a Vicenza, donde fundó el Ospedale degli Incurabili, un hospital para enfermos incurables.
En el año 1524 fundó la orden de los Clérigos Regulares junto con el obispo Juan Pedro Caraffa (1476-1559), que más tarde sería elegido papa con el nombre de Pablo IV. Tenían como regla no poseer ni pedir nada. Debían vivir únicamente de las limosnas que los fieles les ofrecieran espontáneamente y con el fin de promover el apostolado y la renovación espiritual del clero imitarían la vida de los apóstoles con su austeridad y desprendimiento de los bienes. ¿Por qué? Porque experimentó en su vida el desgano y la lejanía de las cosas de Dios en la que vivía la corte papal, más preocupada de títulos y honores y conseguir poder y riquezas que de buscar al gloria de Dios y de predicar el mensaje del evangelio. Así lo hace notar en una carta dirigida a Laura Mignani el 13 de junio de 1537 en al cual le solicita rezar por Roma: “Te recomiendo que ores por ésta ciudad de Roma que fuera alguna vez ciudad santa y ahora es Babilonia, llena de reliquias”.
En mayo de 1527 las tropas imperiales de Carlos V invadieron Roma y realizaron el recordado “Saco di Roma”, el saqueo de la ciudad. Antes de ese evento los cardenales y el alto clero habían huido de la ciudad y el Papa se había escondido en el Castel Sant´Angelo escapando por el corredor que une esa fortaleza a la basílica de san Pedro disfrazado de sirviente. La ciudad había quedado abandonada, excepto por un grupo de sacerdotes que afrontaron con valor la invasión, los Teatinos y su fundador, Cayetano. Maltratados y hechos prisioneros, fueron encerrados en la torre del reloj (ahora inexistente) en el Vaticano. Cuando fueron liberados por un oficial español, pasaron a Civitavechia y después a Venecia. Durante los seis años siguientes, Cayetano y su comunidad se consagraron a la asistencia de los pobres y de los enfermos, sobre todo en la peste que asoló la ciudad entre el 1527 y 1528. También trabajó en la reforma religiosa y se opone a las infiltraciones heréticas.
Luego se trasladarán a la ciudad de Nápoles, La ciudad estaba gobernada por un Virrey, don Pedro de Toledo, en representación de Carlos V y pertenecía al Reino de las dos Sicilias. Los españoles, a fin de mantener la estabilidad política y económica, habían otorgado a la nobleza napolitana grandes beneficios. Pero el pueblo soportaba graves penas y miserias. El Conde de Oppido recibió a Cayetano y a sus sacerdotes teatinos con grandes lujos, pero ellos se negaron a aceptarlos terminantemente, solo aceptaron una casa casi en ruinas. Con vehemencia el conde insiste que acepte los regalos alegando que los napolitanos no eran tan ricos y generosos como los venecianos a los que Cayetano le responde: “Tal vez tenga usted razón, pero Dios es el mismo en ambas ciudades, en Nápoles y en Venecia”.
Viendo la usura de los prestamistas, fundó el “Monte de Piedad” que será el predecesor del actual “Banco de Nápoles” en el cual no existía la usura. También instauró la tradición de los pesebres de “estilo Napolitano” es decir que con pedagogía enseño que Cristo nacía también en su momento de actualidad, de allí que los pesebres napolitanos estén ambientados en la Nápoles del S. XVI y ese estilo continúa hasta hoy en día, sobre todo en una calle frente a la iglesia en donde está sepultado Cayetano en Vía san Gregorio Armeno. Cuando la Inquisición Española llegó a la ciudad, esta se levantó en armas contra el virrey lo que provocó grandes luchas callejeras y las muertes se contaban por cientos todos los días. Cayetano se ofreció en cuerpo y alma por la salvación de su pueblo. Con gran angustia por no ser escuchado, cayó gravemente enfermo y murió el domingo 7 de agosto de 1547. Al día siguiente, milagrosamente, cesaron las hostilidades y todos interpretaron que Cayetano había intercedido por la ciudad y sus habitantes desde el cielo.
Al santo se lo representa con el niño Dios en los brazos porque celebrando misa el altar del pesebre de la basílica romana de santa María la Mayor, un día de Navidad la Virgen se le aparece y le ofrece tener a su hijo en brazos, como él mismo lo relata a Sor Laura Mignani, monja agustina de Brescia y podríamos decir que su “madre Espiritual”.
Sabemos que la devoción a san Cayetano en la actual Argentina proviene de la Beata Madre María Antonia de San José, (La mama Antula) la fundadora de la santa casa de ejercicios espirituales de Buenos Aires. Pero, ¿cómo llega esta devoción hasta el virreinato del Perú y luego al Rio de la Plata? Recordemos que Cayetano no muere “italiano” sino súbdito de la corona de España, y cuando fue canonizado lo rodearon de santos españoles: Rosa de Lima, Luis Beltrán y Francisco de Borja. Su devoción llegará a América junto con la de Rosa de Lima. Al punto tal que en Lima el P. Gregorio Casañas, que pertenecía al orden de los Oratorianos, fundados por san Felipe Neri querrá fundar un monasterio de monjas teatinas: “el monasterio comenzó a organizarse desde 1688 gastando 70.000 pesos y entraron en clausura dieciséis doncellas con hábito con la reglas de San Cayetano, pero ni el Virrey, Arzobispo ni el Cabildo favorecieron la fundación por lo que se extinguió en 1709”. En México ocurre lo mismo, la devoción se extendió muy rápidamente.
Lo mismo ocurrió con Brasil donde está documentada la devoción a San Cayetano desde 1631 al punto tal que en la región de San Pablo existen 12 calles que llevan el nombre de San Cayetano.
Y la devoción llega al virreinato del Rio de la Plata. Pero acá surge un tema de historicidad muy interesante. Como dijimos más arriba el conocimiento de san Cayetano llega a la ciudad de la Santísima Trinidad (recordemos que la ciudad de Buenos Aires adoptará el nombre de su puerto unos siglos después) de manos de la Beata María Antonia de san José (la mama Antula). Ella, siendo laica, seguirá la obra de los jesuitas expulsados por orden de Carlos II en 1767. Cuando los miembros de la Compañía de Jesús son desterrados de toda España, por error, en muchos lugares también serían expulsados los Teatinos. La confusión era lógica dado que tanto en el caso de Cayetano de Thiene, como en los de Ignacio de Loyola y Felipe Neri, no solo sus conventos están cercanos por pocos metros uno del otro en Roma; sino que sus hábitos talares y espiritualidades eran muy similares. Son reconocidos los tres como los “reformadores del clero” y es así que en varios lugares de América a los Jesuitas le decían los Teatinos. Por tanto no es de extrañar que la Beata María Antonia haya pensado que Cayetano era Jesuita, porque ella pone todas sus obras bajo la advocación de santos de la Compañía de Jesús con gran especificidad y cuando los nombra en sus innumerables cartas menciona a Cayetano en el listado de los santos Jesuitas.
Hasta en su testamento nos refiere: ” … al gran patriarca san Ignacio, a los bienaventurados san Francisco Xavier, san Francisco de Borja, san Luis Gonzaga, san Estanislao y san Cayetano…”. Nunca hace un aparte como sí lo hace refiriéndose a san José. Aunque sí lo menciona como “santo patrono de la providencia Divina”. Esta hipótesis del “error de piedad” surgió en el equipo de peritos de historia nombrados durante la preparación del proceso “super virtutibus” con el cual se realizó la possitio para la beatificación de la Mama Antula.
Como fuere, la devoción del santo llega a estas costas de mano de la Beata y de la Congregación de las Hijas del Divino Salvador. Instituto religioso fundado luego que el Beaterio de la santa Casa fuera clausurado y las beatas se transformaran en religiosas.
Las religiosas construyeron una capilla en donde era el antiguo refectorio de la Santa Casa de Ejercicios dado que la capilla doméstica era insuficiente. Para ello trajeron una retablo adquirido en Barcelona, el cual posee tres calles con una importe calle central en el cual hay un calvario, a la izquierda una imagen de san Ignacio de Loyola con guion y aureola de plata y a la derecha san Cayetano vestido con sotana, sin sobrepelliz y con el Niño Jesús en sus brazos. ¿Por qué no tiene las espigas ni el pan? Porque todavía no se había realizado la fundación de la capilla de san Cayetano en el actual barrio de Liniers y no se había realizado el “milagro de la lluvia”.
En 1875, gracias a la donación de doña María Mercedes Córdova a las Hnas. Hijas del Divino Salvador de muchas leguas de sus campos entre lo que hoy es hoy Ciudadela y Liniers, las religiosas construirán una capilla y un colegio, en pleno campo. Dice la tradición que arribó una terrible sequía que hacía peligrar las cosechas y un paisano fue a solicitar al santo ayuda celestial para que pronto llegue la lluvia, dejando ante sus pies un ramo de espigas. A los pocos días llovió copiosamente salvando así la cosecha y generando mucho trabajo.
El lugar se fue poblando, llegó el ferrocarril y el arzobispado solicitó a la Hnas. del Divino Salvador que presten su capilla como sede de una nueva parroquia; y así lo hicieron. Acá es donde aparecen las espigas en la imagen de san Cayetano. La crisis del 1930 también asoló la región y el padre párroco de ese entonces Pbro. Domingo Falgioni envió por correo a cada persona de la guía telefónica de aquel entonces una estampa en la cual incorporó a San Cayetano la espiga de trigo y también esa imagen con la espiga junto al santo era publicada muy asiduamente desde el periódico “el Pueblo”. Asimismo el padre Falgioni era asesor del Círculo Católico de Obreros y no tardó en extenderse que san Cayetano era el patrono del “pan y del trabajo”. En las otras partes del mundo que se venera a san Cayetano, no figura con espigas, sino con un Lirio, por la parábola de Jesús sobre la providencia de Dios cuando se refiera a los Lirios del campo y las aves del cielo y con el Niño Dios en sus brazos.
La figura de san Cayetano se ha convertido para el pueblo argentino en parte de su iconografía sean católicos o no. Solo nos resta decir aquella antigua jaculatoria que se decía del santo en España: “Cayetano providente: intercede por pan, salud y paz a nuestra gente”.