El próximo jueves se conocerá la inflación de mayo pero todo el foco está puesto en el índice que se conocerá un mes más tarde, el de junio. Descontando que el indicador del mes pasado será bajo, incluso menor al 5,2% que pronosticó el consenso de analistas consultados por el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que publicó ayer el Banco Central, también empieza a quedar claro que en junio no se podrá sostener la tendencia a la baja que mostró el índice desde principios de año.
No sólo el aumento de las tarifas anunciado en la semana pondrá mayor presión sobre los precios sino que el incremento de la brecha cambiaria tendría un rol decisivo en el quiebre hacia la baja. Levemente más pesimista que los pronosticadores del REM, que anticiparon para este mes una inflación de 5,5%, el economista Fernando Marull calculó más cerca de 6% el índice para el sexto mes del año, en gran medida debido al impacto de las subas en la luz y el gas que aportarán 1 punto porcentual al indicador.
Esa incidencia es mucho menor a la que tuvieron las primeras correcciones en los precios de los servicios públicos entre febrero y abril, lo que se explica porque la suba, si bien abarca a un mayor porcentaje de la población, impacta más en aquellos que consumen menos energía mientras que la primera tanda de quita de subsidios se aplicó sobre los segmentos sociales de más alto consumo, lo que tiene mayor incidencia en el IPC.
“Tal como está diseñada la medición, en la ponderación impacta la magnitud del consumo, por lo que al ser un aumento que se aplica en los sectores que gastan menos en energía, la incidencia es mucho menor”, sostuvo Mariano Beltrani, economista jefe del Banco Provincia. El dato abona a la explicación, en algún punto, de por qué los gobiernos anteriores no dudaron en subsidiar también a los sectores pudientes de la sociedad.
En cualquier caso, también implica que el ajuste dispuesto para junio no necesariamente significa un alza de la inflación para el mes. Sin embargo, el diablo metió la cola y no son pocos los analistas que advierten que la suba del dólar sí tendrá impacto en el registro.
En el mercado no pasaron por alto un dato clave en ese sentido: mientras el volumen operado en el mercado cambiario oficial se ubicó esta semana en niveles mínimos, a tal punto que el martes se anotó la menor actividad desde el 15 de enero, por el segmento financiero, el contado con liquidación, las pantallas delataron un volumen mayor que en el oficial, una dinámica inédita. La primera explicación a ese fenómeno poco usual es que los importadores están recurriendo activamente a esa canal, lo que hace que la suba en las cotizaciones del dólar financiero pueda filtrar más rápidamente a precios.
“No es solo una cuestión de expectativas, que también impacta muy negativamente. También está la realidad de la suba del dólar financiero en esos casos provoca una suba de costos que se traslada a precios y, si no se percibe que esa suba se frena, juega además el factor cobertura, es decir, remarcar por el costo de reposición incierto”, explicó una fuente del mercado que advirtió sobre el inusual movimiento entre el dólar financiero y el oficial.
La expectativa de que este mes la inflación sea mayor de lo que fue en mayo se plasmó en el relevamiento publicado por el BCRA, según el cual no sólo se producirá ese quiebre este mes sino que la baja de la inflación prácticamente se estanca en torno al 5% entre julio y diciembre. Ese pronóstico se da de bruces con las proyecciones oficiales que en su momento compartió el ahora ex jefe de Gabinete, Nicolás Posse, durante su informe de gestión en el Senado. En esa ocasión, el ex funcionario anticipó que la expectativa oficial apunta a cerrar el año con una inflación de 140% anual, lo que implica llegar a diciembre con un índice entre 2% y 3% mensual.