ESTUVO DOS AÑOS SIN HACER UN GOL, EMPEZÓ TERAPIA Y HOY ES EL MÁXIMO GOLEADOR DE LA PRIMERA NACIONAL

Alejandro Gagliardi lleva 16 goles en 26 partidos con Agropecuario de Carlos Casares, en su segundo ciclo en el club. En la primera etapa no hizo ninguno. Pasó meses interminables sin festejos, recurrió al psicólogo, volvió y está en su mejor momento. “Se hizo duro”, rememora.

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En Primera, Gagliardi jugó en Chicago, Chacarita, Patronato y All Boys (Foto: Agropecuario).

Antes de ser el máximo goleador de la Primera Nacional –lleva 16 gritos en 26 partidos esta temporada-, Alejandro Gagliardi estuvo dos años sin convertir un tanto. Si el 9 vive del gol, el Tano, cordobés y de 36 años, pasó dos largos años sobreviviendo. “Se hizo duro. Trabajé con un psicólogo porque en los entrenamientos hacía goles pero en los partidos no”, recuerda en una charla con tycsports.com. La crisis la transitó entre 2019 y 2021, pandemia de por medio, durante su primera etapa en Agropecuario de Carlos Casares. Hoy, cinco temporadas más tarde y cuatro clubes más en su trayectoria, Gagliardi transita su mejor momento futbolístico, ya amigado nuevamente con la red y en el mejor lugar en el que le podía pasar: en Agropecuario. Cierre del círculo. Revancha perfecta.

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Fueron 27 partidos en su primer ciclo en el Sojero, al que había arribado por pedido de Felipe de la Riva, en los que estuvo con los gritos atragantados y el arco bloqueado. Se destrabó el 4 de septiembre de 2021, cuando le clavó un doblete a San Telmo en la misma división, pero con otra camiseta: la de Villa Dálmine. “No podía, estaba abajo del arco y no quería entrar la pelota. Yo era muy cerrado, pero en el club había un psicólogo, lo hablé con mi pareja y fui. Por suerte se me abrieron muchos caminos y mejoraron las cosas”, cuenta con la lucidez de la distancia, y también agradece: “Me pensaba que se me iba a hacer muy difícil conseguir club, más jugando de 9, pero tengo que remarcar a De la Riva, que me trajo acá, me llevó a Dálmine y así me dio una gran mano”.

Gimnasia de Jujuy, Santamarina de Tandil y Flandria fueron las camisetas que vistió, además de la del Violeta,  en ese lapso que pasó de la sequía al resurgimiento. En todos hizo goles. Hasta que en enero de 2024, el presidente de Agropecuario, Bernardo Grobocopatel, lo llamó para ofrecerle retomar la historia trunca que había quedado en Casares, donde el 9, que como todo 9 vive del gol, se reencontró con los goles. O sea, volvió a vivir. “He estado en muchos lugares, pero este es muy parecido a mi pueblo, aunque con mucha menos gente. Pero fuera del fútbol tengo varios conocidos, amigos y la familia de mi pareja, que es de acá. Eso ayuda a que sea mucho más fácil. Más allá de que es ciudad, se vive como en un pueblo”, describe a la localidad de menos de 20 mil habitantes, situada al noroeste de la provincia de Buenos Aires, y en la que disfruta de jugar a las bochas, pescar y salir a cazar.

Gagliardi

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Aunque antes de este Gagliardi goleador, hubo un Gagliardi que debutó como volante por derecha, que fue lateral o carrilero, que compartió viajes y plantel con un joven Paulo Dybala y un Gagliardi que sufrió todo un año los 300 kilómetros que separan Los Surgentes, su pequeño pueblo natal del partido de Marcos Juárez, de la pensión de Instituto, a la que se había sumado con 16 años. Porque si bien hoy es un 9 que vive del gol, originalmente el Tano era un mediocampista por derecha, sacrificado, que pisaba el área y tenía olfato. En ese lugar hizo su estreno en 2007 cuando le dio la chance Jorge Ghiso.

Su evento canónico, el que le dio vida al Gagliardi que hoy tiene el arco entre ceja y ceja, sucedió en 2015, a sus 26 años, cuando defendía la camiseta de Nueva Chicago en Primera División. Al Torito había arribado en 2014 y consiguió subir una categoría cuando la AFA decidió ascender a diez equipos de un tirón para conformar los ya extintos torneos largos de 30. Después de que lo utilizara como volante durante todo el año, sobre el final del torneo Rubén Forestello decidió ponerlo de delantero y Gagliardi hizo diez goles en los últimos diez partidos, que no servirían para mantener a los de Mataderos en Primera, pero sí para despedirse de la división con cinco triunfos al hilo. En esa racha están los cuatro goles que les convirtió a Newell ‘s el 17 de octubre de 2015 en un triunfo por 5-0. El cordobés, que al año siguiente emigraría al Monarcas Morelia de México, cerró su etapa en el club con 13 gritos en 30 encuentros.

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“Desde ahí quedé como delantero y me gustó, pero no conocía el puesto. En mi pueblo hice todas las interiores en San Carlos de Los Surgentes y jugaba de enganche o doble 9, pero en Instituto, cuando llegué en edad de Sexta de AFA y luego pasé por Quinta, estuve un año y medio jugando de 8. Y debuté muy rápido en ese puesto”, explica Gagliardi sobre su reconversión como futbolista, un sueño edificado sobre días y días de adolescente extrañando a los suyos y sobre trabajo. Mucho trabajo. En el sentido más literal.

El Tano es el hermano del medio de una familia a la que tilda de humilde: la mayor es Edith, que le lleva un año, y un calendario después de él llegaron los mellizos, Marcos y Diego. “A veces se hacía difícil mantenerme a mí afuera de casa y a mis hermanos ahí. Mi familia no podía hacer el esfuerzo de pagarme los viáticos. Te querías comprar un par de botines o zapatillas para poder entrenar bien, pero todo costaba”, dice, y comenta que mientras estaba en la pensión de la Gloria salía a trabajar: de lunes a jueves, durante dos horas, repartía folletos de la heladería Tío Elvio en un semáforo de Córdoba para hacerse unos pesos. “Fue una experiencia muy dura al principio porque yo soy muy apegado a la familia y el primer año lo noté. Las veces que podía me tomaba un micro para ir a verlos. La verdad que estoy muy agradecido a mis viejos porque me dieron la fuerza para poder seguir, bancándome en lo que más podía. Es un poco lo que me enseñaron, luchar hasta el final”, rememora con cariño sobre mamá Alejandra y papá Fabián. Y si algo ha hecho Gagliardi en su carrera es persistir, seguir, insistir porque en algún momento los goles iban a venir. Y esta vez ha sido en cantidad.

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Gagliardi debutó en 2007 pero estuvo en la Gloria hasta mediados de 2012, cuando partió a Rosario Central, en el que fue dirigido por Miguel Ángel Russo, y emprendió una carrera que lo depositó por clubes como All Boys, Unión de Santa Fe, Patronato, Chacarita y hasta Santa Tecla de Honduras. Pero fue en Córdoba donde vio de cerca el emerger de una estrella de 17 años: Paulo Dybala, la Joya, con quien integró el gran plantel que perdió la Promoción ante San Lorenzo en 2012.

Lo pasaba a buscar para los entrenamientos -detalla Gagliardi- cuando iba desde Los Surgentes, porque Lagna Largaba quedaba de pasada, e íbamos juntos, lo mismo con Diego Lagos. Él a veces venía a comer a casa. Fue muy linda esa etapa, quedará para el recuerdo haber jugado con él y me alegra mucho la carrera que hizo y está haciendo. Compartimos poco tiempo -en junio de 2012 Dybala partió al Palermo de Italia-, pero fue un año muy hermoso más allá de que quedó el dolor y la espina de no haber podido ascender