“Donde se pierde hay que perder pero por poco, y donde se gana hay que ganar por mucho”. El que habla es un experimentado operador del PJ que ahora trabaja para Sergio Massa y que cree que la campaña de Unión por la Patria no estuvo a la altura de ese viejo axioma, según él por culpa de la crisis económica y la mala praxis política, y por la incapacidad para dar respuestas a un fenomenal descontento social que Javier Milei logró transformar en una inesperada avalancha de votos en las PASO del domingo, un cimbronazo que hizo colapsar al sistema.
En el comando de campaña de UP se viven horas de catarsis y de replanteo de la estrategia para tratar de reencauzar la situación y entrar al balotaje de noviembre. La tarea no parece sencilla: en cuatro años, desde las Primarias del 2019 hasta ayer, el peronismo perdió casi 6 millones de votos. Y hubo provincias en las que el desdoblamiento del calendario electoral le jugó este domingo una mala pasada al PJ. Cuatro ejemplos:
– En Tucumán, un distrito con incidencia en el padrón -es el sexto detrás de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, CABA y Mendoza-, Osvaldo Jaldo se coronó gobernador meses atrás con el 55% de los votos, mientras que Massa y Juan Grabois cosecharon solo un 32% de adhesiones.
– En Formosa, UP obtuvo este domingo el 46,6% de los votos, mientras Gildo Insfrán logró ser reelecto otra vez, en junio, con más del 70% de los votos.
– En La Rioja, después de que el gobernador Ricardo Quintela revalidara su gestión en mayo con más del 50% de los votos y Martín Menem, el candidato de La Libertad Avanza consiguiera apenas el 15,5%, UP obtuvo ahora nada más que el 31% de los votos y Milei ganó la provincia con el algo más que el 36,4%.
– En la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país, Axel Kicillof ganó su categoría y se impuso incluso a la suma de los votos de Néstor Grindetti y Diego Santilli -ambos cosecharon un 32,9%-, pero sacó solo un 36,4%, 13 puntos menos que en el 2019, pero cuatro más que en la categoría presidencial, en la cosecha conjunta entre Massa y Grabois.
El caso de Santa Fe es uno de los más sintomáticos de la crisis electoral del PJ, por su relevancia en el padrón y porque, a pesar de la pésima y reciente elección provincial, se trata de uno de esos distritos en los que históricamente el peronismo debería ganar, y por mucho. El Gobierno salió tercero, cómodo, con el 21% de los votos, muy por detrás de la oposición de Juntos por el Cambio -31,5%- y de Milei -35,1%. En la categoría de diputados nacionales, la performance fue aún peor: la lista encabezada por Germán Martínez cosechó solo el 19,9% de los votos. Con ese resultado, el ministro Diego Giuliano, del riñón de Massa, tercero en la boleta, se quedaría afuera del Congreso a partir de diciembre.
Semanas antes de la elección, en Santa Fe ya habían habido quejas de la dirigencia peronista por la escasez de fondos para la fiscalización.
En usinas massistas están convencidos de que además de la crisis económica, del desgaste de casi cuatro años de gestión, de las internas, del malhumor social y del experimento del ministro-candidato hubo una campaña de brazos caídos por parte de gobernadores e intendentes que, según fuentes partidarias, incluyó a la propia Cristina Kirchner: la Vicepresidenta acompañó a Massa por última vez el 17 de julio, en un acto convocado por Aerolíneas Argentinas para la promoción de un simulador de la compañía, y después se llamó a silencio. Desde el búnker de UP instalaron que se trató de una estrategia para darle al ministro la centralidad total de la campaña. Hasta este lunes, la ex presidenta -había pronosticado en mayo pasado un escenario de tercios- no se había pronunciado aún sobre el resultado de las primarias.
La provincia de Buenos Aires exhibió, por caso, diferencias notorias. En Quilmes, Mercedes y Hurlingham, tres de los distritos que concentraron la atención de La Cámpora, la categoría de presidente sacó bastante menos votos que la de intendente. Mercedes fue el caso más llamativo: casi 20% menos. Es la comarca del jefe de campaña Eduardo “Wado” de Pedro.
Son solo algunos casos entre decenas de municipios en los que ahora el ministro puso la lupa.
En el oficialismo se debate ahora dónde buscar nuevos votos, se analiza el ausentismo y se insiste nuevamente con la propagación de la “campaña del miedo”, un método, por el momento, comprobadamente obsoleto.
Para el Gobierno, la derrota de Horacio Rodríguez Larreta y la magra performance de Juntos por el Cambio funcionó este domingo como un aliciente para la cosecha de Unión por la Patria. El oficialismo no contaba con que Milei se consolide como el candidato más votado, en torno a los 30 puntos, pero tampoco esperaba que JxC no llegue a ese piso -entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta obtuvieron un 28,2% de los votos- y que la diferencia entre ellos sea de solo un punto -la suma de Massa y Grabois terminó en 27,2%. En términos nominales, Massa terminó segundo.
“Vamos a ganar. Ahora que no está Larreta y que Bullrich terminó abajo de Massa, la final es Massa-Milei”, se entusiasmaba anoche un optimista colaborador massista.
El viejo vínculo entre Massa y Rodríguez Larreta -interrumpido por esta campaña-, y el supuesto componente emocional-ideológico de una porción de los votos que el jefe de Gobierno porteño tuvo en las PASO -2,6 millones- despierta cierta ilusión en el búnker de UP de la calle Bartolomé Mitre, a la vuelta de la Casa Rosada. En Córdoba, por ejemplo, una provincia central para el padrón en la que Massa y Grabois obtuvieron un esperable 8,6% de votos y Rodríguez Larreta recolectó la misma cantidad de votantes que Massa.
En el campamento de Bullrich no creen lo mismo. Este lunes, cerca de la candidata aseguraban que no existía un peligro latente por una fuga relevante de esos votos del jefe de Gobierno hacia Massa, y que los próximos días estarán abocados casi exclusivamente al análisis de los datos electorales de las primarias para redefinir la estrategia de cara a agosto mientras se mantiene, por el momento, la misma metodología: una campaña directa, con visitas próximas al conurbano bonaerense y a otras provincias del interior, como Mendoza o Corrientes, dos destinos que figuran como posibles para un desembarco inminente de la ex ministra.
Este lunes, Bullrich caminó un buen rato por Palermo y reunió temprano a parte de su equipo de campaña, con Juan Pablo Arenaza, Derek Hampton, Damián Arabia, Cristian Ritondo y Néstor Grindetti, entre otros. Conversó un rato largo, según trascendió, con Gerardo Morales.
Todavía no estaba agendado un encuentro con Rodríguez Larreta: se trabajaba por estas horas en una foto conjunta de unidad. El alcalde sigue cabizbajo tras la derrota del fin de semana, a pesar de que en el bullrichismo descuentan con su colaboración para la campaña general. El sector reservado para los colaboradores del jefe porteño en el búnker de Parque Norte estuvo el domingo atravesado por un clima angustiante. Varios de esos colaboradores se quebraron en llanto. Ni el más pesimista de los larretistas esperaba ese final.
En las filas de Bullrich reconocen que el apabullante triunfo de Milei opacó la victoria interna de la ex ministra y que algunos dirigentes esperaban una performance algo más alta: dicen que en la última semana y media la candidata perdió “unos 3 puntos” frente al economista libertario “por la sensación de caos” y la espiral de violencia e inseguridad del sprint final, pero que el voto de Milei está signado por cierta “inestabilidad” y que hay una porción importante de electores de Juntos por el Cambio que no fue a votar en las Primarias y que debería hacerlo en las generales de octubre.
“Con esos votos y una buena campaña podemos llegar a ganar en primera vuelta”, resaltaron desde ese campamento, bien optimistas. Dicen que no hay disyuntiva entre la moderación y el endurecimiento del discurso: “Nosotros seguimos igual”, agregaron.
Lo cierto es que, al igual que el peronismo, la oposición de JxC también perdió votos en los últimos años: unos 2 millones respecto del 2021. Parte del rechazo al Gobierno que las encuestas pronosticaban en favor de ese sector también se corrió a Milei. Bullrich supo acaparar parte de la atención de ese votante desilusionado con la política tradicional. Pero fue menor al esperado.
Para Bullrich, la agenda económica post PASO de estas horas presenta, además, un flagelo: es el punto débil de la ex ministra. “Es nuestro nubarrón. Si la economía se sigue destruyendo ahí Milei se siente más cómodo”, explicaron en su entorno.
En ese sentido, la aparición de voceros económicos de la candidata podría acelerarse. A Luciano Laspina podría sumarse Carlos Melconián como un portavoz de ese rubro.
Para Massa, las urgencias del programa económico también representan una mala noticia de cara al inicio de la campaña electoral: el funcionario había promocionado como un éxito la renegociación del programa con el Fondo Monetario en las semanas previas a las PASO, una manera elegante de correrse por un tiempo de su rol de ministro. La devaluación del dólar oficial y del paralelo de este lunes obligaron al jefe del Frente Renovador a ponerse de nuevo el traje de ministro. Y designar, por caso, al titular de Aduanas, Guillermo Michel -de los más cercanos colaboradores de Massa-, al frente de una nueva unidad encargada de negociar los acuerdos de precios con las empresas. Una novedad auspiciosa y un síntoma del fracaso de la actual gestión de la secretaría de Comercio.